DOMINGO V DE PASCUA. CICLO C.

RESURRECCIÓN ES AMARSE COMO HERMANOS/AS.

En la primera lectura de esta semana se describe el primer viaje apostólico en que Lucas ha resumido la actividad misionera de la comunidad de Antioquía, y de Pablo más concretamente. Durante este primer viaje apostólico se nos presenta a Pablo y a Bernabé trabajando denodadamente por hacer presente el Reino de Dios en ciudades importantes de Cilicia, y de la provincia romana de la Capadocia, al sur de Turquía. Son dignos de destacar los elementos y perfiles de esta tarea, que implica a todos los cristianos, que por el hecho de serlo, están llamados a la misión evangelizadora. Resalta el coraje para anunciar la palabra de Dios y el exhortar a perseverar en la fe. Todo se ha preparado con cuidado, la comunidad ha participado en la elección y, por lo mismo, es la comunidad la que está implicada en esta evangelización en el mundo pagano.

En la segunda lectura del Apocalipsis se nos describe la ciudad de Jerusalén que desciende desde el Cielo, de la presencia de Dios. Es el idilio de lo que Pablo y Bernabé recomendaban: hay que pasar mucho para llegar al Reino de Dios. Dios hará nueva todas las cosas, pero sin que sea necesario dramatizar todo los momentos de nuestra vida.

Con la muerte de Jesús aparecerá la gloria de Dios comprometido con él y con su causa. Por otra parte, ya se nos está preparando, como a los discípulos, para el momento de pasar de la Pascua a Pentecostés; del tiempo de Jesús al tiempo de la Iglesia. Es lógico pensar que en aquella noche en que Jesús sabía lo que podría pasar tenía que preparar a los suyos para cuando no estuviera presente. No los había llamado para una guerra y una conquista militar, ni contra el Imperio de Roma. Los había llamado para la guerra del amor sin medida, del amor consumado. Por eso, la pregunta debe ser: ¿Cómo pueden identificarse en el mundo hostil aquellos que le han seguido y los que le seguirán? Ser cristiano, pues, discípulo de Jesús, es amarse los unos a los otros. Ese es el catecismo que debemos vivir. Todo lo demás encuentra su razón de ser en esta ley suprema de la comunidad de discípulos. Todo lo que no sea eso es abandonar la comunión con el Señor resucitado y desistir de la verdadera causa del evangelio.

LECTURAS:

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27: En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios.

Sal 144, 8-9. 10-11. 12-13ab R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey.

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a: Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35: Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».

Carta semanal del Cardenal Arzobispo de Valencia.

DIBUJO DE FANO:

Maestros del amor

Tú nos quieres hacer, Señor,

maestros del amor.

Dices que en eso se notará que somos

tu gente,

en que amamos intensamente,

en que somos tolerantes y comprensivos,

en que no tenemos rencor ni resentimientos

en que sabemos encontrar

lo mejor del otro,

en que nos brotan los detalles de ternura,

en que nos es fácil comprender,

en que sentimos empatía por las personas,

en que no nos cae mal nadie,

en que sabemos cuidar la amistad,

en que nos entendemos también

con los enemigos,

en que no somos vengativos ni violentos,

en que frenamos las críticas

y las maledicencias,

en que hablamos bien de los demás,

en que a nuestro lado la gente

se siente importante,

en que somos justos y honrados

como ciudadanos,

en que cuidamos el medio ambiente

y la ecología,

en que anteponemos el bien de todos

al nuestro,

en que buscamos el beneficio común

antes que el personal,

en que nuestra familia es más

que los nuestros,

en que nada que le ocurre al otro

nos deja indiferentes,

en que tratamos como hermanos

a todos los humanos,

en que nuestro corazón palpita

misericordiosamente con el mundo,

en que nos has regalado

el no ser hijos únicos,

sino hermanos de toda la humanidad…

Así nos quieres Tú, Señor,

haznos como Tú.

Impulsa en nosotros tu Amor

para que vivamos como auténticos

discípulos tuyos.

Mari Patxi Ayerra

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